miércoles, 13 de noviembre de 2013

"Sabores de la infancia"

   Es indiscutible que, cuanto más mayores nos hacemos, más cercanos se nos hacen los recuerdos de la infancia. Por los entresijos de la memoria se cuelan nítidas sensaciones de tacto (de la mano de tu madre sobre la frente cuando tenías fiebre), de olores ( del alpechín de las fábricas de aceitunas a quienes vivimos en Utrera, de los eucaliptos de los campos de Dios donde nuestros padres nos llevaban a pasar el domingo, del olor a tierra mojada de las primeras lluvias...) y de sabores... nunca te supo tan bien una merienda como cuando, en aquella época, tenías la suerte de que tocara  pan con chocolate.
                                 
                                              Pan y chocolate,
                                           sueño en los bolsillos.
                                            Detrás de la tapia,
                                           fuman los chiquillos.
                                 ( "Cuatro estaciones" - Jose Mª  Montoya )

    Pues a esos sabores me remito. Porque a nosotros, que nos dedicamos a la cocina tradicional, nos sigue gustando que los clientes nos digan que las "Poleás" le recuerdan las de su madre ( aunque tú sabes que para sus adentros estará diciendo: Pero como las de mi madre!!! ). Y es que, en verdad, los sabores guardados en la memoria son irrepetibles.
   Analizando la cocina de mi madre (de la que me viene el amor por las especias e hierbas aromáticas),  me doy cuenta de la suerte que tuve de aprender a su lado, porque la esencia de una buena receta no está tanto en verla escrita, como en compartirla con ellas y descubrir esas medidas tan especiales que usaban: un pellizquito, un puñadito, un chorreoncito... y ese cariño con que lo hacían, que duda cabe que eso solo se aprende viviéndolo y que es un placer traerlo a la memoria.

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